MIRADOR. Por Armando FUENTES AGUIRRE.

MIRADOR.

Por Armando FUENTES AGUIRRE.

 

El perro que cuida la casa del Potrero es un perro muy grande.

Sin embargo su nombre es un diminutivo: se llama Solito.

Y es que de cachorro apareció en el rancho un día sin que nadie supiera quién lo trajo ni de dónde vino.

Llegó solito, dijeron las mujeres.

Y Solito fue ya para siempre.

Voy por la huerta, y el Solito va conmigo. De súbito le salta un conejito entre las patas. El perro corre tras él movido por su instinto y lo arrincona contra la tapia de la galera grande. No tiene escapatoria el conejito. El Solito abre las fauces para atraparlo entre ellas. Yo le voy a gritar: “¡Quieto!”, pero no alcanzo a hacerlo. El perro se detiene. Ha visto que el conejo es un gazapo, un asustado conejito niño, y no lo toca. Se aleja sin hacerle daño y vuelve a mí.

Le doy unas palmadas de aprobación y me quedo pensando por qué nosotros los humanos no respetamos la vida que comienza, si ante ella hasta los perros de rancho se detienen.

¡Hasta mañana!…

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